jueves, 27 de junio de 2013

Aprovechar cada momento

Álvaro Ramos


Álvaro RamosDel 7 al 11 de octubre próximo se llevará a cabo en Roma una nueva reunión del Comité Mundial para la Seguridad Alimentaria (CFS) en el marco de la FAO. Durante este evento habrá además una mesa redonda que tratará sobre inversiones para pequeños productores o, según equivalencia en inglés, para small holders.

Aclaremos desde ya que para nosotros, y dada la práctica y la realidad de nuestra región, asimilamos estos términos a agricultura familiar. No vamos a entrar en una discusión semántica sobre los alcances de los términos y sus significados en cada idioma, ya que lo que importa en realidad es avanzar en forma consistente sobre el concepto que refiere al papel que la pequeña agricultura o la agricultura familiar juega en relación a las estrategias de seguridad alimentaria de personas, comunidades y países. De todas formas, en nuestra región (Mercosur) el tema está técnica y políticamente laudado a partir de la resolución 25/07 del Mercosur, que es la que define agricultura familiar.

En particular, esta reflexión sobre la necesidad de avances en la comprensión del papel de la agricultura familiar en las estrategias de seguridad alimentaria y nutricional, son más oportunas en vísperas de Año Internacional de la Agricultura Familiar (AIAF), que se conmemora en 2014 por decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Frente al AIAF nos debemos plantear como estrategia y como mandato, que este no sea un año de homenaje, de conmemoración o de simple “saludo a la bandera”. Talleres internacionales, seminarios, discursos, presentaciones... Al pasar el cernidor en el 2015 deberíamos preguntarnos cuánto más se avanzó en la consideración de la agricultura familiar y su papel en las sociedades, en el desarrollo, en la seguridad alimentaria. Cuántas más y mejores políticas públicas habremos de tener, ajustadas a realidades tan diferentes como las de África, Asia, Europa, el Caribe, Centroamérica o Sudamérica. Porque en los que todos hoy día coinciden —más allá de los debates académicos sobre la categoría agricultor(a) familiar— es que los hay en cada uno de los subcontinentes.

Para que el AIAF no sea solo un año de homenaje (merecido, por cierto) y un mero reconocimiento, creo que todos deberíamos hacer el esfuerzo de llevar la agricultura familiar con sus potencialidades, limitaciones, cualidades, razón de ser productiva, económica, social, ambiental, a la mesa de los decisores públicos. Parlamentarios, miembros de gobierno, empresarios, académicos. Constructores de opinión, que no necesariamente saben, creen o confían en la agricultura familiar como una categoría socioeconómica que empuja el desarrollo rural y nacional, en muy variados contextos. Deberíamos buscar en cada país, cada localidad, cada región o cada subcontinente, o en cada evento internacional, un encuentro con aquellos que poco o nada saben de esto. Vincularlo a sus problemas diarios de sobreexplotación de los recursos, de sobrepoblación urbana, de acceso a los alimentos en cantidad y calidad, de acceso al agua potable, de seguridad ciudadana y migración “rururbana”.

Deberíamos empujar la visibilidad y el conocimiento de la agricultura familiar en la sociedad.

Esta reunión del Comité Internacional de Seguridad Alimentaria de octubre en la FAO debería ser un evento a no desaprovechar. Lo digo porque se dará tres meses antes del AIAF, porque alguna visibilidad tiene en gobiernos y organismos internacionales y porque a partir del Comité puede hacerse un llamado de atención a otros estamentos de decisores políticos, económicos y sociales, y mostrar los vínculos reales de la agricultura familiar como la solución a múltiples problemas del subdesarrollo rural y la pobreza.

Quizás la meta para después del 2014 sea obtener una nueva generación de políticas diferenciadas para la agricultura familiar, nuevos servicios, nuevos bienes públicos disponibles, nuevas alianzas comerciales entre la agricultura familiar y la agroindustria o el agronegocio, en situación de equidad. Pero para ello hay que aprovechar cada momento.

Más y mejores políticas públicas, más y mejor institucionalidad pública que permita a la agricultura familiar y a sus organizaciones asociativas representativas encarar los desafíos de la seguridad alimentaria y nutricional, desde el autoconsumo familiar, el autoconsumo y colocación de excedentes en las comunidades y en mercados locales, la inserción en mercados públicos o institucionales  (compras públicas) y la inserción en mercados privados y cadenas de valor, en alianzas con operadores comerciales privados.

Inversiones que permitan mejoras de la competitividad, sean estas inversiones prediales o extraprediales; también inversiones en procesos comerciales y de distribución; o inversiones y capacitación para el cumplimiento con estándares sanitarios, fitosanitarios y de inocuidad alimentaria.

Políticas públicas dirigidas hacia la disponibilidad de tecnologías apropiadas, semillas y reproductores (base genética), tecnologías de manejo, gestión, organización de la producción y naturalmente el manejo de los recursos naturales.

Dos de los organismos de las Naciones Unidas en Roma: el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y la FAO, tienen mucho que hacer juntos al respecto. El FIDA tiene desarrollados, probados y disponibles instrumentos en cada una de las categorías de instrumentos de la política pública que antes señalábamos. Instrumentos que aplicados por comunidades rurales pobres, por agricultores(as) familiares y por instituciones gubernamentales han resultado exitosos, o al menos seguramente innovadores y orientadores de acciones, que perfectamente pueden ser escalados con recursos presupuestales de los gobiernos o de otras agencias de cooperación o financiamiento internacional. Basta abrir las condiciones para un diálogo sobre estas políticas públicas: la FAO y el FIDA deberían liderar allí el conocimiento y debate sobre esta amplia batería de instrumentos probados en diversas situaciones.

El CFS de la FAO del 7 al 11 de octubre en Roma prevé desarrollar una mesa redonda sobre inversiones en pequeños productores para la seguridad alimentaria y nutricional. El FIDA puede “llenar” toda esta mesa con ejemplos, instrumentos y estrategias, acompañado por gobiernos y por organizaciones de destinatarios de dichas políticas e instrumentos.

Quizás José Graziano da Silva y Kanayo Félix Nwanze ya habrán identificado esta oportunidad notable y sus equipos estarán trabajando en las experiencias a mostrar en esta mesa redonda, sobre estas inversiones que han permitido generar más y mejores políticas y más y mejores servicios y bienes públicos para la agricultura familiar. En todo caso, desde Latinoamérica y el Caribe, y desde el Cono Sur de América, hay diez o doce años de experiencia del FIDA con gobiernos y organizaciones representativas de la agricultura familiar que podrían ponerse a consideración de aquellos decisores políticos que —al decir de Alain de Yanvry— manejan los presupuestos públicos y que se den cuenta  de que efectivamente es buen negocio invertir en desarrollo rural. Y yo agrego... en agricultura familiar.

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